Viernes por la noche

Nota publicada en Biwomen Quartely

Hace unos meses me anime por primera vez a enviar una nota mía a una revista en inglés. No era un tema ajeno a mis investigaciones, y si bien no es académico, esta nota habla más sobre mi adolescencia, el bisexual erasure y lo que desearía que vivan las adolescencias bisexuales hoy en dia: tener referentes.

(Espero algún día convertirme en referente y sobre todo activista Bisexual).

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Esta nota aparece en inglés en Biwomen Quartely, pueden leerla original acá:

Cuando era chica, vivía en Florencio Varela, una pequeña ciudad a dos horas de Buenos Aires. No era conocida por sus atracciones turísticas ni por su calidad de vida; al contrario, su reputación estaba marcada por los estereotipos de la televisión: conservadora, católica y una de las ciudades más violentas de la provincia.

Sin embargo, los viernes por la noche tenían un significado especial para mí. Era el único momento en que podía ver la televisión sola, sin pelearme con mis hermanos por el televisor.

Desde la cama de arriba, extendía la mano para cambiar de canal en nuestro viejo televisor sin control remoto. Esos momentos eran míos, y pasaba horas viendo Buffy the Vampire Slayer, The X-Files, and Space Ghost Coast to Coast.

Tenía 11 años y ese año empecé en una nueva escuela.

Ese año, di mi primer beso.

Fue mi primer beso con un chico, aunque había muchos otros pensamientos rondando mi cabeza.

Mi cuerpo no cambió como el de mis compañeras; seguía pareciendo una nena.

Mientras mis amigas se obsesionaban con los Backstreet Boys, a mí me importaban otras cosas. Me apasionaba The X-Files y todo su universo. Incluso intenté crear una página web para fans de The X-Files, aunque nunca la publiqué.

Mulder, ese hombre misterioso y nerd. Podría pasarme horas escuchándolo hablar de teorías de la conspiración y extraterrestres, con sus gafas (al menos en los primeros episodios) y sus chistes sobre una cultura norteamericana de la que sabía poco.

No importaba; lo amaba tal como era: Spooky Mulder.

Y Scully, inteligente, poderosa, libre. Con su pequeño collar de cruz, aferrada a la creencia en algo, su cuello largo y sus camisetas.

Es curioso cómo las cosas que más me gustaban de Scully serían más tarde las que más me gustaban de mi primera novia. El collar de cruz, el cuello largo y las camisetas se repetían.

Esa mujer no le tenía miedo a nada, ni siquiera a abrir cadáveres.

Se convirtió en mi primer modelo de empoderamiento, quizás incluso de feminismo, y de aspiraciones profesionales. Pero años después, mi amor por el cine triunfaría.

Pero no era solo admiración, había algo más.

Se esperaba que, como adolescente experimentando primeros amores, me enamorara de Mulder. Pero sentirme atraída por Scully me parecía mal. Lo negué.

¿Cómo podían gustarme las mujeres? Me di cuenta de que tenía que guardarme ese secreto.

La televisión local emitió Xena: Warrior Princess and Hercules: The Legendary Journeys.

Me gustaba más Xena porque demostraba que las mujeres podían ser fuertes y luchar, además de que su compañera se llamaba Gabrielle como yo.

A veces, había episodios cruzados donde Xena aparecía con Hércules y Gabrielle con Iolaus.

Pero incluso de chica, noté que Xena cuidaba de Gabrielle de una manera diferente. Gabrielle era su damisela en apuros. La amaba, o al menos, ese era el subtexto. En realidad, eran pareja, pero a algunos productores no les gustaba la idea, así que solo eran “muy buenos amigos”.

Pero, según tengo entendido, eran bisexuales.

Xena amaba a alguien que se llamara como yo.

Me habría encantado ser Gabrielle.

En aquella época, había muy pocos personajes abiertamente LGBT en televisión, y aún menos bisexuales.

Años después, por curiosidad personal, investigué el concepto de la supresión de la bisexualidad en aquel entonces y cómo se perpetúa en la actualidad.

En televisión y cine, no había modelos a seguir que me ayudaran a entender lo que sentía, y los pocos que existían estaban llenos de estereotipos: los bisexuales eran indecisos, mentirosos o simplemente estaban ahí para cumplir las fantasías de los demás.

Pienso mucho en lo diferente que habría sido mi vida con una buena representación bisexual en televisión. Quizás podría haber evitado años de autodesprecio y confusión. Pero también sé que mi historia, como tantas otras, demuestra por qué es esencial seguir luchando por la visibilidad. Contar nuestras historias no solo nos cambia la vida, sino que abre puertas a quienes vienen después, para que nunca se sientan solos frente a la pantalla y puedan encontrar una voz amiga que les diga que lo que sienten no está mal.

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