Lemebel y su unicornio

No saben lo mucho que me lamento al haber conocido ya de muy grande a Lemebel. Admiro su impronta, su prosa y su manera de llevarme a ese chile que desconozco tanto en cuestión de tiempo, ya que no puedo viajar al pasado, pero también en lo físico porque no conozco ese país, aunque acá en Berlin tenga una gran cantidad de amigas chilenas que me ayudan con cada historia a crear un pedacito de Chile.

Esta historia cortita que encontré, mientras estudio para mi tesis, sobre la adjudicación que le dio Lemebel al tema” Unicornio azul” de Silvio Rodríguez, sobre la perdida de un amor prohibido o de un amor de hombres en la revolución, me parece hermosa al pensar en el sentimiento que le ponemos a obras ajenas.

Me llamo la atención pensar en eso, porque creo que todas las veces que la escuche de chica con mi papá pensé: Quien sería ese unicornio. ¿Era una persona? ¿Un objeto, pensamiento o una idea nostálgica de un pasado que no volverá? Siempre quedo sin respuesta esa pregunta.

En 1984 para celebrar la vuelta de la democracia se realizó un gran concierto en Buenos Aires con Mercedes Sosa, León Gieco, Pablo Milanes, y Silvio Rodríguez, entre otros. Ante tal cartelera, Lemebel decidió viajar a Buenos Aires y ver en vivo a su amado Silvio, que tanto había escuchado en casettes clandestinos que se pasaban de mano en mano.

Como era de esperarse, Lemebel no se aguantó y encontró en que hotel se hospedaría Silvio. Lo espero en el Lobby y al verlo lo increpo con la pregunta que tanto tenia en vela a las locas de Chile:

“‘Silvio’, le dije con mi voz afectada que llamo la atención de los presentes. ‘Mi amigo y yo somos chilenos que admiramos tu poesía, y en Chile nosotros los homosexuales hemos hecho nuestra la canción del Unicornio Azul, pensando que se refiere a un amor perdido e imposible. (Pausa para arreglarme el pelo). También quiero aprovechar la ocasión para preguntarte qué piensas tú sobre la homosexualidad y la revolución ¿Me podrías contestar estas preguntas por favor? Muchas gracias.

Creo que en ese momento alguien abrió la puerta porque se coló una ráfaga de viento frío que congeló la escena. La cara del cantante se puso azul como el unicornio y una cortina de rabia alteró la mueca amable de su sonrisa. Mira, me dijo. Lamento mucho que tú y tu amigo piensen eso. Pero más lamento esta confusión de temas porque la historia de esa canción corresponde a un padre que perdió a su hijo en la guerrilla nicaragüense. Además, a ustedes les debe quedar claro, que sobre el tema de la homosexualidad hemos sido muy precisos. Con la revolución todo, sin la revolución nada. Y nos dejó mudas a mi amiga y a mí, que sentimos como, de un plumazo, Silvio nos había arrebatado nuestro rosado unicornio. Después, cuando insistimos con la canción “¿Te molesta mi amor?”, fue demasiado y el cantante optó seriamente por la indiferencia y no tomarnos más en cuenta. Tiene razón, le dije a mi amiga tratando de consolarla cuando salimos del hotel y nos envolvió la zalagarda de fans que gritaban: “Silvio amigo, el pueblo está contigo”. Tal vez tenga razón, me contestó con un dejo de tristeza, pero pudo ser más amable, casi nos ladró y nosotros no queríamos molestarlo.

A pesar de este bochorno, fuimos a su recital y aplaudimos como yeguas cada canción, específicamente la interpretación solitaria de su pianista que era una joya de músico. Pero Silvio se sintió incómodo viendo que el pianista se estaba arrancando con los tarros robándose el show, y lo interrumpió con los sones del unicornio azul. Ahí, mi amiga y yo nos miramos, y como de un acuerdo abandonamos el estadio, pensando que ése ya no era nuestro tema, que mejor íbamos a tratar de encontrar el unicornio perdido en los baños públicos y parques de la ciudad, donde no nos alcanzara la mirada rabiosa de Silvio, ni su aparatosa militancia que quizás nunca lo dejó jugar.”

Preferí dejar sus palabras al contar esta historia, que se encuentra en su libro: “Zanjón de la aguada”, que parafrasearlo mal con mi español del conubano bonaerense.
Pueden encontrar el texto completo acá: http://www.letras.mysite.com/lemebel221102.htm

Me lo imagino todo emocionado, estando el en el papel de fan de Silvio. Su mirada aguda diciendo mucho más que sus palabras y el cuchicheo con su amigo.
Que se siente romper el encanto, esa idea vaga, ese sentimiento que pone uno en una obra ajena, en esa melodía que nos rememora amores, que nos despierta esperanzas o que a veces únicamente acompaña un momento.

Me interesa pensar en como nos adjudicamos obras, y le damos nuevos significados y las volvemos propias. ¿Será algo que todos hacemos? Será que es parte inherente del arte?
Y como autores tomamos conciencia de que nuestra obra es parte de todos y ese sentimiento muchas veces no pasa por el compartir experiencias, sino desde un lado subjetivo?

Todo arte se vuelve público, cuando se suelta al viento, a la sociedad. Y a la vez se convierte en un sentimiento colectivo.


Pero esta pequeña escena no solo tiene esta carga, también demuestra la homofobia de ciertos artistas, muchas veces desde un machismo y desde un ego característico del artista.
Leí también que después de esta escena Silvio comento: “Se trata de una invención absurda de un escritor chileno que yo no conocía (ya sé que es famoso), con una escritura muy influida estilísticamente por el Antes que anochezca de Reinaldo Arenas, sobre todo en cuanto a sus ataques a la revolución. Lamentablemente, lo que en un inicio parecía una reivindicación gay, adquiere visos de artilugio contrarrevolucionario”.

Cuando leí esto también sentí pena, y bronca. Ese autor de canciones como “Ojala” que muchas veces me encuentro tarareando, más al presidente actual de mi país ( Ojalá pase algo que te borre de pronto), mostraba una faceta desconocida para mi.

Si bien Silvio explico que el unicornio azul hacía referencia a la perdida del hijo de un amigo en la revolución nicaragüense, quiero pensar que Lemebel tenía una buena historia para contar, me lo imagino explicándome párrafo por párrafo, deteniendo la casetera y explicándome emocionado su versión.

Y acá también peco de fan “insolente” y debo confesar que cuando leí “Tengo miedo torero” de Lemebel, algunas calles de “La loca del frente” me las imagine como San telmo.

¿Será que más allá del sentimiento que le impones a esa obra, también lo asociamos a algo conocido para nosotros?

Yo solo quiero pensar que ese unicornio se perdió, pero volvió de otra forma.

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